El poder de la palabra «imagina».

Si te digo que acabo de ver un monstruo de cinco cabezas paseando por la calle, probablemente me dirás que me lo estoy inventando, pues nunca has visto uno y das por hecho que no existe. Lo entiendo. Yo haría lo mismo. 

Pero si te digo que he visto a ese monstruo en un pasacalles, la cosa cambia. Tu mente recurre al banco de recuerdos y busca si hay explicaciones posibles como: que ese monstruo sea una persona disfrazada, una figura de cartón piedra o la decoración de una carroza. 

Y es que el cerebro humano no se cree nada de lo que lee, ve o escucha si no lo percibe e integra como algo posible. 

Tu credibilidad  tiene la base en los recuerdos y experiencias que acumula la persona que recibe tus palabras. Por esta razón, si quieres ser creíble en tus escritos y generar confianza, debes conseguir que tu lector forme imágenes en su mente que perciba como reales o posibles, de aquello que estás explicando. 

Evita que piense que tu propuesta es una utopía inalcanzable.

Imagina que quieres vender un curso de autocuidados para madres emprendedoras que tienen un hijo, o más, de menos de 6 años. 

Tu misión es que tengan tiempo exclusivo para ellas para que puedan lograr el objetivo de tu curso, por lo que una de las cosas que afirmas en tu mensaje de ventas es lo siguiente: 

«El primer paso, es bloquear en tu agenda dos horas a la semana para poder hacer los ejercicios que te propongo».

Si tu lector es una madre que no hace mucho que está emprendiendo, probablemente lo primero que piensa es

«Imposible.Con el tiempo que me lleva sacar adelante mi negocio, los niños y la casa, apenas tengo tiempo para dormir. ¡Como para liberar dos horas más de mi agenda!»

Pero si, por el contrario, a esa madre le explicas lo siguiente, la cosa cambia. 

Imagina que dispones de 6 horas diarias para ti, sin niños ni interrupciones. 

Imagina también que sabes cómo distribuir las tareas de tu emprendimiento asignando un tiempo para cada una de ellas de forma que puedas tacharlas de tu agenda cada día sin que se acumulen. 

E imagina también que, con tu planificación bajo control, tienes la posibilidad de añadir dos horas a la semana para: 

  • Ir a pasear. 
  • Tomar un café con una amiga.
  • O leer tu novela favorita.

Quiero compartir contigo un sistema de priorización de tareas para  tu día a día, que puedes empezar a poner en práctica hoy mismo. Y todo, gracias a una serie de propuestas que te voy a detallar a continuación. 

¿Sientes curiosidad por saber qué información va después de este texto?

Si la respuesta es que sí, la estrategia de persuasión que quiero compartir hoy contigo ha funcionado. Y te voy a contar por qué. 


No dejes al azar la imaginación de tu lector

Cuando tu cliente potencial lee un texto, automáticamente forma imágenes en su mente que describen lo que le estás explicando. 

En el primer ejemplo que he puesto, lo que se genera en la mente de la madre emprendedora son las imágenes que ella misma vive en su día a día. Se ve a ella misma atendiendo a tu bebé mientras intenta publicar un post, haciendo la comida al mismo tiempo que responde mails de clientes o sale de hurtadillas de la habitación de los niños para poder dar una clase. 

Mucho tiempo, que digamos, no tiene. Por eso, mi propuesta de bloquear dos horas en su agenda se percibe como algo imposible que no encaja. 

No va a creer, ni siquiera a pensar, que existe la posibilidad de que la organización de una madre emprendedora pueda hacerse de otra forma. Le faltan recuerdos e información que le permitan crear esa imagen. Parte exclusivamente de lo que ha vivido hasta ahora. 

Y lo que es peor. Cuando esa imagen se forma en su mente a partir de sus propias experiencias, resulta difícil cambiar el punto de vista. Lo más probable es que etiquete todo lo que le expliques a continuación como «no creíble» y pase página a tu propuesta. 

Guía por el camino que tú misma has trazado.

En la segunda propuesta de texto que te he puesto, he usado el poder de la palabra «Imagina». 

Cuando inicias un texto con esta palabra, estás ayudando a tu lector a que cree en su mente las imágenes que no puede formar por sí solo por falta de experiencia o información. 

Si te digo que te imagines abrazada a un elefante rosa con dos cabezas, puedes, ¿verdad? Pese a no haber visto nunca ninguno, y mucho menos de tan cerca como para abrazarlo. 

Pues de eso se trata. De describir una situación que necesites que forme parte del imaginario de tu cliente para que éste pueda abrir su mente a lo que quieres compartir con él. 

Y ahora te animo a poner en práctica este recursos en tu próximo escrito. 

Deja un comentario en este post y cuéntame qué te ha aparecido. ¿Te atreves a compartir conmigo ese texto que le abrirá la mente a tu cliente potencial?

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Laia Simón Martín

Mentora de emprendedoras y experta en comunicación para marca personal.
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