Siempre creí que a mí memorizar se me daba fatal. Por eso cuando supe que en COU (sí, ya tengo unos añitos y estudié el Curso de Orientación Universitaria que ahora no existe) tenía que estudiar Historia de la Filosofía, entré en pánico.
A mí que me dieran matemáticas, física o incluso dibujo técnico. Pero, ¿estudiar y memorizar miles de datos sobre filósofos? Estaba convencida de que aquella asignatura iba a ser mi gran pesadilla.
Pero no lo fue. Casi me atrevo a afirmar que, toda una alumna de ciencias puras como yo, disfrutó como una niña pequeña con un caramelo. ¿La clave? Las historias que contaba mi profesor de Filosofía sobre los filósofos, el contexto de su época y su visión del mundo.
Y es que la forma que tenemos de comunicarnos hace que nuestro público abra la boca embelesado o se eche una siesta mientas hablamos. Y lo mismo pasa con nuestros lectores. O bien leen devorando el texto hasta el final o bien cierran la página después de las primeras líneas.
Sin embargo, hoy no estoy aquí para hablarte de storytelling, o el arte de contar historias. Sino más bien para compartir contigo algo que me sorprendió de mi experiencia con mi profesor de Filosofía.
Como te comentaba, para mí fue maravilloso descubrir que no necesitaba memorizar datos. Simplemente con las conversaciones que teníamos en el aula, ya quedaban grabados. Pero ese modo de aprendizaje que a mí me funcionaba era un auténtico dolor de cabeza para algunos compañeros. En varias ocasiones, escuché cómo se quejaban de no disponer de un texto claro y concreto que pudieran memorizar.
¿Te ha pasado alguna vez que, al escuchar o leer a una persona, comprendes un concepto que hasta el momento se te había resistido?
Esto es algo que también he descubierto en mis negocios. Tanto como cuando me he formado como cuando he recibido el feedback de mis clientes, he comprobado que, en ocasiones, no todos los mentores o profesionales tienen una forma de comunicarse que conecta con una misma. Y eso es lo mismo que dar con la persona equivocada.
Por eso, en la variedad está el gusto.
Y aquí es donde te cuento uno de los mayores aprendizajes que me llevo de mi experiencia como emprendedora: las colaboraciones.
Probablemente te haya sorprendido en algún momento ver que personas que se dedican a lo mismo se recomiendan las unas a las otras, colaboran ofreciendo material gratuito en otros negocios o escriben posts en blogs que no son los suyos.
Pero,si vienen a tu negocio a ofrecer su ayuda, ¿no te quitarán seguidores o posibles clientes?
La respuesta es no. ¿Te imaginas que mis compañeros de clase hubieran tenido la oportunidad de escoger con qué forma se sentían más cómodos aprendiendo filosofía?
De hecho, ofreciendo a tus seguidores la oportunidad de conocer otros negocios puede ser de gran ayuda para ellos. Porque es posible que esas personas hayan llegado a ti pero no ser tú la persona adecuada que las pueda ayudar. Así que, igualmente, no llegarían a ser nunca tus clientes.
Así que mi pregunta es, ¿colaboras con otras personas relacionados con tu nicho de mercado?
¿Te gustaría que yo participara en tu negocio para ofrecer contenido y valor añadido? O por el contrario, ¿crees que lo que tú aportas puede ser de valor para mis seguidores y te gustaría colaborar?
Porque sí, este podría ser el inicio de una bonita amistad.
Si estás interesada, escríbeme a laiasimonmartin@gmail.com y cuéntame qué idea de colaboración te ha venido a la mente.